martes, 1 de abril de 2014

Reflexión Superclásica.

El del domingo 30 de marzo de 2014 fue uno de los superclásicos de los que nos vamos a acordar hasta el fin de nuestros días los que tenemos esta enfermiza pasión de la banda roja sobre el pecho, el alma y el corazón, como dice MI AMIGO el Tano Santarsiero. Fue de esos días en que nuestra rica historia nos enfrentaba con nosotros mismos, con nuestros temores y nuestros fantasmas y nos ponía entre la espada y la pared. Como aquella fría y lluviosa noche de agosto de 1975, cuando con el gol del pibe Bruno, aquel equipo amateur de la cantera millonaria torció casi 18 años de una larga noche sin campeonatos. O como cuando en la Libertadores 86, con el Liberti lleno de bote a bote y yo mojándome en la San Martín Alta, el Búfalo Funes pasó a la inmortalidad en la memoria millonaria después de arriarse a media defensa del América y la globa fue a parar al rincón de las ánimas, para sacarnos el injusto mote de gallinas, de equipo pierdefinales, de débiles de espíritu, de no tener huevos. O como esos 362 días (¿o fue siempre de noche?)  deambulando por todo el país y revolucionando el Nacional B, jugando con rivales inimaginables para nuestros mayores, para los que era un triunfo sacarnos un empate en una categoría que nos manchó de por vida, como cantan ELLOS en el “ River, decíme que se siente…”. 
Tano querido, siempre se vuelve de las peores pesadillas, si algo me enseñaron mis 53 años de existencia fue que el fútbol es como la vida, que siempre da revancha, que hay que esperar que la tormenta amaine y aprovechar los buenos vientos para inflar las velas y timonear nuestro barco hasta llegar a buen puerto, que hay que tener tranquilidad en los peores momentos, que se juega al fútbol pero también a la vida con la cabeza fría y el corazón caliente. Y, Tano, porque representás al hincha de la banda puro, sigo contándote a vos mis sensaciones, porque se lo que te significó el triunfo de ayer en la BOMBOSTERA, en tu enrrabietado y castigado corazón millonario. Los que recuerdan la película “300” saben que la historia nos cuenta de la epopeya de un puñado de guerreros espartanos con su rey a la cabeza, que en el desfiladero de las Termópilas en suelo griego, ofrendaron su vida aguantando al invencible e interminable ejército persa, comandado por su rey semi-Dios Jerjes. La historia no terminó bien para esos espartanos, los mataron a todos, pero ganaron el tiempo necesario para demostrarle a su disgregada nación de ciudades-estado que la unión hace la fuerza, que nada puede batir a la libertad humana cuando todos cabalgan para el mismo lado, ni siquiera el peor de los tiranos con un multitudinario ejército mercenario. 
Y hacia ese estadio que dicen que no tiembla, que late pero que el domingo se quedó mudo como pocas veces en su historia fueron los espartanos de la tribu de la banda roja, esos 20 dirigentes encabezados por nuestro cacique D´Onofrio, junto con el jefe guerrero Ramón Díaz y sus gladiadores rojiblancos, y representándonos a los que no nos dejan estar, al país menos algunos, como decía Angelito Labruna, los 6 trovadores de Sintonía Monumental preparando todo para narrarnos la leyenda que se trasmitirá de generación en generación, del día que unos pocos riverplatenses reescribieron la historia del rey  Leónidas y sus 300 y pudieron contra 40.000 enardecidos y confiados bosteros. Que pensaron que nos ganaban con la camiseta, con los 10 años sin ganar en cancha de ellos, con ese golpe de suerte que los había favorecido en la historia superclásica reciente y de la que tanto habla que no tiene últimamente “Crosty” Bianchi (¡Está igual al de los Simpson!). Pero la suerte (o el destino a veces) tiene esa vuelta de rosca, ese juego de la taba que ayer salió “suerte” (buena para el miyo) y no “culo” (mala), como esa pelota de tenis que pegó en la red y cayó mansa del otro lado, guiñándonos un ojo.
Y lo empezamos a ganar en la previa, con el gol del pibe Driussi en el partido de Reserva a la mañana en Casa Amarilla. Y Sintonía estuvo también velando las armas, los trovadores del estadio con sus sensaciones y su información del match, con los muchachos en estudios centrales a full y muy bien con su apoyo, y también en la confitería “LA MÁQUINA” del Monumental con los que fueron a presenciar el partido por tele, y la nota con Juanjo Borelli y tantas cosas más. También lo ganaron los utileros en el estadio, decorando el vestuario para que los players sientan que todos estábamos con ellos para bancar la parada. Y el video motivacional, que está genial porque convoca a casi todos los héroes,  y lo que dice el locutor en off eriza la piel y resucita a un muerto. 
Y el triunfo ayer más que nunca fue del equipo ¿De quien vamos a hablar? De Barovero, que salvo en la genialidad del tiro libre de Riquelme hizo chico el “arco más grande del mundo”. Parecía que además de él, estaban con los guantes puestos El Pato Fillol, Pumpido, el Mono Burgos  y los Carrizo, Amadeo y Juanpi. Del Lobo Ledesma, que a los 35 pirulos jugó, corrió y luchó como si jugaran juntos Pipo Rossi, Mostaza Merlo, el Tolo Gallego, Mascherano y Astrada. De Manu Lanzini, del guapo del Oeste, que se recibió de 10 de River, emulando al Beto Alonso, a Labruna, a los Onega, a Francescoli y a tantos más. Esos fueron los rendimientos altos, pero todos sin excepción no fallaron en el plan de juego, la cohesión entre las líneas y la solidaridad con el compañero. Un párrafo aparte para reivindicar a Ramón y el cuerpo técnico, chicaneando al rival en la semana y en el partido, pero también muy bien en el planteo táctico-estratégico y en saber interpretar los tiempos del partido para los cambios, mejorando en sus mayores debilidades. El Pelado me hizo acordar a Al Pacino en la película “Un domingo cualquiera” cuando hizo el papel del director técnico del equipo de futbol americano, y en la arenga antes de un partido importante, les recordó a los jugadores que luchaban por sus familias, por sus fans, y que tenían que conseguir las pulgadas necesarias, que ahí estaba la diferencia entre ganar o perder ¿Y los goles? En el primero, espectacular triangulación cafetera para el rush a lo Labruna pero sin jorobita de Manu y en el segundo, el mellizo Ramiro metiendo las que Rogelio se perdía. Después del chanfle de Montenegro a Gatti, y la vaselina de Rojas, habrá que inventarle un nombre al gol, yo propongo el de Funesmoriazo. 
Y también es el triunfo de los que bancaron la mala. Del Chori Domínguez, del Torito Cavenaghi que tuvo su revancha, de Leo Ponzio y de David Trezeguet. De Matías Almeyda, que agarró el fierro caliente y nos sacó del lugar al que nos mandaron Aguilar, Israel, Pasarella presidente y Schettino Simeone, el que abandonó el Titanic cuando se hundía. 
Y el Deportivo Festejaempatesensucancha prendió los fuegos artificiales inoportunamente antes de tiempo, pensando que con eso nos iban a vencer, y se les vino la noche y la historia del más grande encima. Y al final de la noche, esos que cantaban buuuuuuu queriendo amedrentarnos, se tuvieron que meter en los bolsillos esos bracitos que agitaban al aire.  Esos fantasmitas blancos con la B en negro, y ese trapo blanco arriba de nuestro banco que decía “Sector B”, seguramente le sirvieron a más de uno para enjuagarse las lágrimas que les provocamos. 
¡Volvimos, gente, volvimos de una de nuestras pesadillas!!!!!! Ahora viene Newell’s y no hay tiempo para el disfrute. Pero los hinchas desde la cuna como el Tano, Pancho, Fernando y Pietro, y los cafeteros Juan y Arturo, que son del Nacional de Medellín pero que de a poquito les va entrando al corazón la banda roja, le van a poder contar a sus nietos “Yo estuve en la Bombostera con un programa de radio que se llamaba Sintonía Monumental el día……..”  También Darío, Gonzalo, Pablo y yo contaremos lo nuestro. Se que Ustedes pensarán “el viejo Quique se volvió loco…” Pero desde que terminó el clásico andaba con ganas de expresar lo que sentía. En la escena final de una de las pelis de la saga“Star Wars” cuando Luke Skywalker, Han Solo , la princesa Leia y todos los del lado bueno de la Fuerza festejaban la victoria ante el Imperio, se ve a los espíritus del maestro Yoda, de Obi Wan Kenobi y de Anakhin Skywalker, sonrientes y festejando con ellos. Tengo que ir al oculista, juro que ayer en la tele lo ví al viejo Labruna saltar con Cavenaghi desde el banco cuando terminó el partido y ponerse a festejar con el ramillete de jugadores millonarios. Tenía puesto lo de siempre, la cábala de los anteojos negros y cuadrados de carey con el vidrio verde, el pantalón gris-celeste, el saco azul, la camisa blanca y la corbata azul con los listones en diagonal blanco-rojo-blanco, y con una mano se agarraba la nariz mirando a la tribuna de Casa Amarilla. Lo único raro es que le habían crecido alitas en la espalda.  

                                                         Enrique Urbano

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